El mundo indígena y campesino de la zona cordillerana de la Araucanía y de la isla de Chiloé, tienen características comunes. Si bien tienen una tradición agrícola de varias generaciones, este conocimiento no está puesto en valor viviendo en muchas ocasiones en situación de pobreza, y siendo vulnerables al avance de un modelo económico que valora sólo la visión de desarrollo futuro. Con el transcurso de los años y el avance tecnológico, muchas tradiciones culturales han ido desapareciendo y perdiendo su valor a ojos de quienes anhelan el desarrollo occidental, lo que ha significado una pérdida de la riqueza de nuestros territorios en cuanto a conocimientos y patrimonio. Una de esas consecuencias es posible evidenciarla en la desaparición de recursos fitogenéticos ancestrales como variedades de papas, quinoa, maíz, frutales, entre otros. Lo anterior se relaciona con la figura de la guardadora de semillas, rol ancestral que se ha desvalorizado sin contar con un recambio generacional, perdiendo no sólo una tradición, sino también el conocimiento y material genético asociado a esa figura. Otro elemento relevante que aporta a este escenario de pérdida es la falta de vinculación entre el mundo académico y el mundo indígena campesino para la protección y resguardo de los recursos fitogenéticos, no sólo desde las ciencias naturales, sino también la falta de vínculo con las ciencias sociales para el fomento de la asociatividad y el enfrentamiento colectivo de los problemas de las comunidades.