Al igual que en gran parte del mundo, en Chile los suelos han venido soportado una enorme presión debido a la intensificación de su uso para la agricultura, pastoreo, silvicultura y en las últimas décadas una expansiva urbanización (Pfeiffer et al., 2018). Estos procesos han sido intensos en Chile central, donde se ubican los suelos más productivos y a la vez más sensibles a la sobreexplotación y susceptibles a la erosión, usos inadecuados o prácticas degradativas (Peralta, 1971; Pinochet de la Barra, 1991), especialmente en áreas sensibles como la cordillera de la costa, caracterizada por un relieve accidentado y un sustrato de antigua data. Emplazada en la vertiente oriental de la cordillera de la costa, en una extensa área conocida como “secano interior”, se ubica la localidad de “Rastrojo”, que forma parte de la zona rural de la comuna de San Javier. Aquí – y al igual como sucede en amplias zonas del secano - los impactos ambientales producidos por la sobre-explotación del suelo, se manifiestan a través de innumerables “barrancas” o cárcavas que permanecen como testimonio de un proceso de erosión en su grado extremo, siendo éste el fenómeno que más impacta a toda la región del secano interior (Ovalle, 1996).